jueves, 30 de julio de 2009

¡Absalón, Absalón! de William Faulkner

Esta obra tardó en gustarme, leía las páginas con desgana mientras poco a poco se iba desgranando la historia trágica de esta familia dominada por la figura del padre, Thomas Sutpen. Hasta que alrededor de la página 100 me enganchó y ya no pude dejarla.

La historia es un poco enrevesada porque en ningún momento recibo información directa sobre lo que sucedió sino que a través de conversaciones y pensamientos de tres personajes diferentes se va entretejiendo la historia. Gracias a esos testigos indirectos, a sus especulaciones, sus ideas, su visión sesgada de los hechos construimos la verdad, o al menos lo intentamos, de la familia Sutpen.

La novela empieza una tarde de 1909 cuando Rosa Coldfield, una de las narradoras, hermana de la mujer del personaje sobre el que se construye la obra, le cuenta su historia al joven Quentin Compson. Durante una extenuante tarde el joven recibe la información que la anciana evoca para que su historia no se pierda.

Quentin ya sabía algo de la familia Supten por su padre, pues conocía algunos de los detalles escabrosos de la familia Supten. Y el tercer narrador de la historia será el propio Quentin y su compañero de universidad, meses más tarde, pues durante una noche, y teniendo en cuenta todo lo que saben, irán reconstruyendo la historia de los Supten hasta revelar el gran misterio y el final de la familia.

Es una obra ampulosa, lenta como un río, que hay que leer bien atento para pillar todas las sutilezas narrativas del lenguaje de Faulkner y los continuos cambios de punto de vista. Una obra cargada de esa decadencia tan sureña, de la melancolía de una guerra perdida, del sueño que nunca se cumplió, de honor y venganza. Valores tradicionales en ese sur tan Lo que el viento se llevó. Ese sur tan idílico que la guerra y la posterior crisis arrasó, donde la esclavitud y los valores católicos imperaban y dominaban la vida de sus habitantes. Un sur de calor asfixiante, atmósferas cargadas y verdades ocultas bajo la apariencia de honorabilidad de las familias. Porches amplios con mecedoras, mujeres encerradas en habitaciones a media luz, esclavos en las plantaciones, amos a caballo en el campo. Todas esas imágenes aparecen en esta magnífica obra de Faulkner desarrollada en el condado imaginario de Yoknapatawpha en Mississippi.

Lo más interesante de la obra es como está tratada la información siendo totalmente imposible ser objetivos, puesto que los personajes narradores no lo son . Además muchos hechos se desconocen y sabemos de ellos a través de la imaginería de los narradores que imaginan o inventan parte de los hechos para amoldarlos a su manera de ver las cosas. También me llamó poderosamente la atención el hecho de que el protagonista absoluto de la obra Thomas Sutpen nunca haga nada directamente, es decir, todo lo que sabemos de él es a través de terceros, así que vemos la imagen que se crearon de él los demás y en ningún momento al verdadero Sutpen.

Una obra muy recomendable pero que puede ser difícil de digerir.

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