martes, 10 de noviembre de 2009

Wonderfalls, una obra inacabada

¿No es pasa a veces que cuando queréis escribir sobre una serie no podéis? No es un bloqueo, o si; no sé muy bien cómo definirlo. Las palabras me resultan insuficientes y ninguna de ellas sirve para captar totalmente la esencia de lo que quiero decir. Pongo alguna canción que me gusta para poder inspirarme un poco o relajarme o disipar dudas pero no funciona, sigo sin saber muy bien qué decir y lo que es peor no sé como decirlo. Quiero hacer algo especial porque creo que la serie se lo merece pero todo me resulta manido, aburrido, viejo. Necesito algo original y diferente; entonces me asalta la duda ¿seré capaz de hacerlo? ¿y si no logro transmitir lo que quiero? Así que lo vas dejando prometiéndote algún día escribir sobre esa serie pues le debes algo después de los buenos momentos que te ha hecho pasar. ¡Qué menos!

Wonderfalls. Una serie que como muchas otras tuvo la mala suerte de ser estrenada en la Fox (a partir de ahora los mataseries) en el ya lejano 2004, aunque en realidad la serie iba a salir en el 2003. El primer escollo que tuvo que salvar. Su vida en antena fue breve, cuatro míseros episodios y al hoyo. Por suerte para los fans había rodados 13 aunque sin un final decente que resolviese todas las dudas que se nos planteaban a lo largo de los capítulos.

Las mentes pensantes detrás de este proyecto eran el creador Bryan Fuller, responsable de Dead Like Me o Pushing Daisies (ambas canceladas) y Todd Holland, creador de Malcolm in the Middle. El argumento de Wonderfalls era el siguiente: en una tienda de regalos de las cataratas del Niágara trabaja la joven Jaye Tyler. Veinticuatro años, licenciada en filosofía por Brown, de buena familia, sin pareja, sin espectativas, vive en una caravana. Jaye es cínica, bastante agresiva y borde. Está absolutamente convencida de que la vida no le depara nada bueno así que lo único a lo que aspira es a no tener responsabilidades ni complicaciones. Rehuye a su familia, menosprecia las relaciones humanas y no permite que nadie se le acerque.

Un día como otro cualquiera en la tienda, cuando la máquina de hacer leones de cera se estropea, Jaye se desmaya porque la figurita del león le habla. A partir de ese momento objetos inanimados con cara de animal se dirigirán a ella con exigencias. Breves órdenes que Jaye acatará, a su particular manera, y no sin antes protestar lo suyo. Estos actos aleatorios influirán sobre la vida de las personas que la rodean de manera positiva, incluso sobre la propia Jaye que pasará del miedo a la desesperación para luego ir aceptando poco a poco ese "don".

Trece capítulos nada más que nos permitieron conocer a fondo a Jaye Tyler, personaje que a priori puede resultar un tanto antipático pero que a medida que la conoces no puedes evitar adorar. Supongo que muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas nos podremos encontrar como ella, desencantados, hartos, atrapados... Jaye es como es por muchos motivos, por sus sobreprotectores padres, por su visión pesimista del mundo, por su autoimpuesto aislamiento social, por su relación con sus hermanos. Y a pesar de su ceño fruncido, sus ataques verbales y físicos, su cinismo; es en el fondo una buena persona que simplemente aún no ha descubierto que lo es.



Jaye en todo momento se cuestionará su salud mental, pues sabe perfectamente que lo que le sucede no es normal. A su alrededor los demás personajes serán espectadores de los cambios de humor de la joven, de sus gritos, sus actos sin sentido, sus idas y venidas.... viéndose afectados por ese terremoto andante.

Me gusta mucho este personaje, la actriz lo borda sobretodo con las expresiones que pone cuando le hablan las figuritas. Recomiendo, como casi siempre, ver la serie en versión original para no perder detalle de las actuaciones.

Al mismo tiempo que las figuritas empiezan a hablarle Jaye empezará a sentirse atraída por un nuevo chico en la ciudad. Se trata de Eric, un joven que vino de luna de miel a las cataratas pero que pilló a su recién estrenada mujercita haciéndole una felación al botones. Ahora vive en el bar donde Jaye va habitualmente a beber y desde el primer momento hay una fuerte conexión entre ambos. Sin embargo los mensajes de las figuritas y la mujer de Eric que regresará para recuperarlo son un constante obstáculo en su posible relación.

El resto de personajes de la serie no tiene desperdicio. La hermana mayor de Jaye, Sharon, abogada, decidida, muy unida a su familia, lesbiana (sólo Jaye lo sabe); será la encargada de sacar de la cárcel a su hermanita en más de una ocasión. Aunque sus caracteres son muy diferentes y siempre se están peleando y picando, en el fondo se quieren.

Luego tenemos a Aaron (Lee Pace), hermano que aún vive en casa de sus padres y que está haciendo una tesis sobre las religiones aunque el chaval es ateo. Es el primero que nota los extraños actos de su hermana y el único que la cree cuando ella le cuenta que puede hablar con las figuritas. Es buenísimo cuando se obsesiona con la vaquita de la leche.




Por otro lado está la mejor y única amiga de Jaye, Mahandra, que trabaja de camarera en el bar y que también tiene bastante malas pulgas. Los padres de Jaye son burgueses, él es médico y adora a sus hijos pero creo que siente una particular debilidad por la pequeña Jaye. La madre es escritora de libros de viajes y a pesar de no entender porque su hija trabaja en una tienda de regalos y vive en una caravana la apoya.

La serie es original y bastante divertida. Los figuritas hablando están muy logradas y la acción de los episodios siempre resulta sorprendente porque los mensajes de las figuras suelen ser bastante crípticas y Jaye tiende a malinterpretarlas. Los colores y la puesta en escena me encantan. Una auténtica pena no saber que camino seguiría la serie ni el porque del don de Jaye ni como terminaría su idilio con Eric pero al menos he tenido la oportunidad de ver trece estupendos capítulos.

2 comentarios:

satrian dijo...

Una serie tan loca y colorida con Pushing Daisies, las tengo las dos sin acabar, pero Bryan Fuller sabe como convencerme, me divierto mucho con su humor agridulce y tragicómico, y sus personajes locos y disparatados, pero con poca aceptación entre el público que le vamos a hacer.

Diego del Pozo dijo...

Creo que lo que dices al principio de no poder escribir sobre una determinada serie, nos ha pasado todos. Tuve que verme las 5 temporadas de SFU para poder hacerlo y aún me cuesta.

Sobre Wonderfalls, aquí tengo la serie esperándome todavía... y siempre que leo sobre ella me pica la curiosidad pero al cabo del tiempo, vuelvo a olvidarme de ella...

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