martes, 19 de mayo de 2015

Hindsight, regreso a los noventa

La premisa de Hindsight, serie de VH1, es sencilla. Becca (Laura Ramsey) está a punto de casarse pero siente que no está tomando la decisión adecuada. Ese es el menor de sus problemas porque la noche antes de su compromiso viajará en el tiempo hasta 1995 despertando en casa de sus padres el día de -tachán- su primera boda. Becca, con 20 años de experiencia a sus espaldas, sabe que ese primer matrimonio terminará en divorcio, que sus padres también se separarán, que su hermano tendrá problemas con las drogas y que perderá contacto con Lolly (Sarah Goldberg), su mejor amiga. Con todo ese conocimiento y toda la experiencia, Becca podrá redirigir su vida y cambiar todo lo que no le gusta de su pasado. El problema es que cualquier cambio tiene unas repercusiones inesperadas que nadie, ni siquiera ella, puede prever. 

Hindsight nada entre dos aguas: la comedia y el drama. La maravillosa relación entre Lolly, portentoso personaje de entusiasmo y locura contagiosas, y Becca es la piedra angular sobre la que se asienta una serie que empieza con fuerza y buen ritmo pero que pierde fuelle a medida que aparecen pretendientes amorosos para la viajera temporal. En los diez capítulos que componen la primera temporada de Hindsight, Becca tiene tres pretendientes diferentes: Sean (Craig Horner), Andy (Nick Clifford) y Kevin (Steve Talley). Estas aventuras amorosas copan la trama no permitiendo que otras historias se desarrollen y relegan el misterio del viaje temporal al ostracismo sin dar muchas pistas al fan. 

Los creadores tienen claro que esta serie versa sobre el amor, las oportunidades perdidas y la amistad. ¿Haríamos las cosas de manera diferente? ¿Somos felices con lo que tenemos? Becca es capaz de dejar su pasado en paz, necesita enmendar una serie de errores: su trabajo, su primer matrimonio, su relación con Lolly, los problemas de su hermano. Nada de esto tiene solución porque lo que a veces pensamos que puede ser la decisión correcta puede ser la peor de todas. Becca aprenderá que cambiar las cosas tiene un precio y que, esos cambios, pueden afectar negativamente a aquellos que más quiere. 

Entre los aciertos de la serie destaco el personaje de Lolly, uno de los más dinámicos y divertidos del conjunto, junto a un puñado de secundarios (el dueño del videoclub, el camarero del bar) que aportan su granito de locura al conjunto. Si Lolly es un personaje a tener en cuenta, Becca es una mera caricatura. Un personaje que tiene la oportunidad de corregir sus errores pero que, a pesar de la experiencia y la madurez que una persona de cuarenta años debería tener, no deja de tropezar en la misma piedra. Es frustrante ver como esta mujer sin carácter es incapaz de hacer algo positivo por los demás. Finalmente, al igual que Lolly, debemos admitir que Becca es una egoísta preocupada por su propia felicidad aunque sea a costa de la de los demás. A pesar de que el personaje no me cae nada bien reconozco que Ramsey hace un buen trabajo siendo capaz de transmitir las dudas, miedos, inseguridades y vulnerabilidad de la viajera temporal. 

Lo mejor de la serie es revisitar los noventa, la época de los peinados a lo Rachel, de la cancelación de My So-Called Life, del juicio de OJ Simpson, los VHS y los discman.  La serie juega muy bien la carta de la nostalgia – su banda sonora es deliciosa – haciéndonos recordar una época que conocemos perfectamente y que está llena de hitos de la cultura popular. Una época sin redes sociales, sin iPad, en la que podíamos fumar en los bares y llevar petos vaqueros. 

Una serie sencilla y sin muchas pretensiones que nos propone un viaje al pasado. Se disfruta si no se piensa demasiado en ella. Para nostálgicos empedernidos que añoran los tiempos en los que Angela Bassett se derretía por Jordan Catalano. Ojo, por momentos es difícil no ver en Lolly a Rayanne Graff.

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