viernes, 1 de enero de 2016

River, el noir nórdico encuentra al procedimental inglés

Abi Morgan, otra de esas guionistas inglesas muy a tener en cuenta, suyo era el guión de The Iron Lady y la, por desgracia poco valorada, The Hour, nos trajo un regalo para despedir 2015, una drama policíaco protagonizado por Stellan Skarsgård titulado River, un producto televisivo que nada entre el procedimental británico y el noir nórdico de los últimos años. Podría decirse que es una fusión de Scott and Bailey y Wallander, y no andaríamos muy desencaminados. Morgan hila con tino una compleja, rica y emotiva historia de amor y amistad enmarcada dentro de los géneros más explotados de la pequeña pantalla: el drama policial. La guionista habla del crimen y la naturaleza del mismo mientras analiza la soledad en la sociedad moderna, los efectos de la depresión, los lazos que unen a las personas y la necesidad que todos tenemos de conectar y que nos quieran por aquello que somos y no por aquello que proyectamos ser. 

La historia sigue los pasos de John River, un detective londinense con problemas mentales que, tras ver morir a su compañera, empieza comportarse de manera más excéntrica de lo habitual lo que pone en apuros su puesto de trabajo y su futuro en el cuerpo. John está empeñado en resolver el asesinato de Stevie, su compañera, cuyo fantasma -aunque él lo llama manifestación- le acompaña a todas partes. Stevie, personaje luminoso a pesar de su trágico final, no es la única manifestación – o fantasma- que acecha a River. Varias víctimas le visitan a lo largo de los seis capítulos de la primera temporada, como el joven traficante que muere en los primeros compases del primer episodio o el obrero que deja atrás mujer e hija. Sin embargo, el más peligroso de todos ellos es Thomas Neill Cream, interpretado por un Eddie Marsan muy alejado del señor Norrell con el que le descubrí hace poco. Esta manifestación empuja a River hacia lugares muy oscuros, burlándose de sus intentos por aparentar normalidad y equilibrio. 

La serie no sería lo que es sin el buen trabajo de Skarsgard ante las cámaras, el sueco se desenvuelve a sus anchas entre las hechuras de un personaje complejo, melancónico, solitario y dolorosamente humano. El actor carga con facilidad con todo el peso de River, casi no hay espacio para nadie más, y sólo Stevie es capaz de robarle algo de protagonismo al gigante sueco. Skarsgard dota de genuina tristeza y humanidad a un personaje que fácilmente, en manos de actores menos hábiles y/o experimentados, acabaría convertido en un pastiche de tics y miradas al infinito. John River se encuentra siempre al borde del colapso mental, siempre al límite de la razón; un hombre culto, inteligente y muy bueno en su trabajo, conocedor de sus limitaciones y de su enfermedad que, al perder a la persona que iluminaba su mundo, está constantemente en la cuerda floja. El tour de force emocional de Skarsgard con este viejo detective merece un reconocimiento, pocos actores son capaces de pasar de la ira a la tristeza con un gesto, con un murmullo. 

Frente a él tenemos a Nicola Walker, una actriz a descubrir, que interpreta a la desaparecida Stevie, una jovial y alegre manifestación de los recuerdos que River guarda de su compañera. Desde el primer capítulo sabemos que Stevie solo está dentro de su cabeza y que su carácter y reacciones son aquellas que él orquesta. Sin embargo, Stevie consigue brillar y destacar como personaje porque es dulce pero también dura, porque es inteligente pero alocada, porque se preocupa por su compañero y por los suyos. Puede que lo que vemos no sean más que recuerdos, los buenos, los mejores, pero esa visión te ayuda a entender por qué él la quería tanto y por qué le cuesta tanto dejarla marchar. 

Los seis capítulos de la primera temporada de River forman un todo cerrado, el misterio del asesinato se resuelve y no hay flecos sueltos. Digo esto porque creo que la serie no necesita una segunda temporada, ya han contado todo lo que tenían que contar sobre John River y Stevie; reconozco que no me importaría volver a ver a Stellan en la piel de este personaje pero cuando una historia cierra de manera acertada su ciclo vital no es necesario alargarla. Sería terrible que River acabara convirtiéndose en un cliché.

No quiero acabar esta reseña sin decir que River tiene una de las mejores introducciones de personajes que he visto en mucho tiempo. Cuando nos encontramos a John y Stevie, van patrullando la ciudad, mientras él conduce, ella canta el I Love To Love de Tina Charles, e inmediatamente notas la química entre ellos y quedas prendada de los grandes ojos azules de Walker. Y también tiene una de las escenas, casi al final, más emotivas del año, una de mis favoritas del pasado 2015: Stellan Skarsgard bailando la susodicha canción en la calle. Es imposible no sentir todo el amor y la alegría que transmite el personaje, y a la vez es imposible no sentir una infinita tristeza por ese pobre loco que baila solo en la calle. 

2 comentarios:

Liliana Fuchs dijo...

Justo la he empezado esta tarde, con mi madre, y nos ha atrapado desde el primer momento, además sin saber nada de qué iba. Stellan está inmenso, desde luego por él merece la pena echar un ojo a esta serie. Transmite muchísimo con sólo su mirada, y la química que tiene con Stevie es genial.

Rebeca Sánchez dijo...

Yo la descubrí gracias a Twitter, había gente -no recuerdo quien- hablando sobre ella y empecé a verla y no pude parar. Dos días y ya la tenía finalizada. Stevie es muy genial, me encanta como interactúan esos dos y lo bien que lo hace Stellan. La única pega es que el resto de secundarios está muy desdibujado porque River es demasiado grande.

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