martes, 20 de enero de 2009

Mad Men


América, año 1960. Nueva York, concretamente Manhattan (no es lo mismo), agencia de publicidad Sterling Cooper. Introducirnos de lleno en el trabajo y la vida de los personajes de Mad Men es un auténtico privilegio.

La agencia está llena de hombres, seres egocéntricos, competitivos, fumadores, bebedores compulsivos, racistas, xenófobos y machistas. La época era así, tampoco se les puede culpar. Y también está llena de mujeres, mujeres que lloran en los cuartos de baño, que cuidan su aspecto, que trabajan para esos hombres que sólo las ven como objetos o posibles conquistas. Mujeres que no son conscientes de su valía y que esperan cazar a un hombre que las saque de allí para tener hijos y dedicarse en cuerpo y alma a servirle.

Don Draper (Jon Hamm) es el mejor creativo de la agencia de publicidad, el más carismático, aquel al que todos siguen, y al que sus subordinados admiran y odian a partes iguales. Don sabe que no puede fallar en su trabajo porque habrá 50 jovencitos recién salidos de la universidad y provenientes de buenas familias que matarían por su puesto. Es un hombre reservado, no se sabe nada de su vida ni donde nació ni donde se crió...algo que a lo largo de la primera temporada se nos va desvelando poco a poco. Bien mirado, Don es un producto que ha sabido venderse. Él sabe como debe comportarse y actuar para mantener esa brillo de triunfador pero lo cierto es que es el personaje más perdido de la serie porque teniéndolo todo, absolutamente todo no sabe ser feliz porque su pasado le ha marcado.




Peggy es la secretaria de Don y es diferente. Peggy se indigna cuando la tratan como a un objeto sexual, Peggy se enfada cuando la desnudan con la mirada. Peggy sabe que puede conseguirlo todo y está dispuesta a luchar por ello. Aún así Peggy es inocente y buena persona, eso la hará sufrir mucho dentro de las oficina de Sterling Cooper donde la gente es en su mayoría bastante perversa. Y aún así prosperará, será duro, será complicado pero lucirá dentro de un mundo de hombres por poder jugar a lo mismo. El gran momento de Peggy es cuando descubre los efectos del cinturón de adelgazamiento.

En la serie vemos dos mundos claramente diferenciados, el de los hombres liderados por Don Draper y el de las mujeres en los que destacamos a Peggy y a la mujer de Don, Betty Draper, la perfecta casada. Ambos mundos orbitan a diferentes niveles, aunque se cruzan de cuando en cuando, y la influencia de uno sobre el otro es más que evidente.

América en aquella época vivía en una burbuja de felicidad ficticia donde todo el mundo era aparentemente feliz. Las mujeres preparaban suculentas cenas para los maridos que volvían del trabajo, los niños corrían por los jardines, el cielo era azul y nada podía hacerte llorar. Todos sabemos que la felicidad permanente no existe, que el fingir ser feliz para agradar te llevará tarde o temprano a un estado de ansiedad o depresión, tal y como le sucede a Betty Draper. Betty lo tiene todo, una gran casa de puerta roja, dos hijos, un marido guapo y triunfador, es joven, hermosa y está triste. Terriblemente triste. Y un poco desquiciada también.

La señora Draper tendrá que acudir a un psicólogo en una época en la que eso no estaba tan bien visto como ahora que hay personas que tienen hasta tres (memorable Stanford en Sexo en N.Y.) porque no es feliz, porque está harta pero no lo sabe. Tal vez harta de estar sentada en su salón todas las tardes fumando y bebiendo, harta de que su marido duerma en la ciudad con alguna de sus amantes, harta de que su vida no tenga ningún objetivo más que dejar el tiempo pasar hasta que se muera... pero no sabe como decir esas cosas porque ella es feliz, ella lo tiene todo.


Mad Men transcurre lentamente, a veces da la sensación de que no pasa nada. Está llena de silencios cargados de significado, de miradas que lo dicen todo, de sonrisas falsas, de lágrimas de pura desesperación. Una visión muy acertada a aquella época donde los hombres creían que iban a comerse el mundo y las mujeres empezaban a dar los pasos hacia un movimiento llamado feminismo. Un país de doble moral (aún permanece hoy en día) donde un candidato a presidente podía caer bien por ser un mujeriego (Kennedy).

La ambientación es muy buena, las casas, los coches, la ropa. Todo. Lo que más me gusta es que todos fumen, no nos pongamos moralistas con el tabaco, ciertamente en aquella época fumar estaba bien visto. También veremos las consecuencias de beber y fumar como cosacos. Se nota que la serie está hecha con mucho cuidado, se estima que cada episodio cuesta unos dos millones, desde la puesta en escena (magníficos planos) hasta esos títulos de créditos que Los Simpson ya han homenajeado.

No hay palabras suficientes para describir lo que me produjo ver esta serie desde la desesperación más absoluta, la soledad, la tristeza, el abandono, la risa, la duda y la comprensión.

El resto del reparto de la serie está a la altura de Don Draper (Jon Hamm), Peggy Olson (Elisabeth Moss) y Betty Draper (January Jones).

Pete Campbell (Vincent Kartheiser) es la mayor amenaza para Don dentro de la agencia. Un joven de familia adinerada, tremendamente ambicioso. Pete es un personaje deprimente y atrapado en una época que cambia demasiado rápido para él. Casado con una mujer que no le hace feliz, se siente sólo pero no sabe expresar lo que necesita a la única persona que parece apreciarlo. Un hombre joven y creativo que se siente atrapado en un puesto en el que no le piden que haga nada más que ser el mero anfitrión de los buenos clientes cosa que le mantiene en un constante estado de frustración que pagan aquellos que están cerca.

Roger Sterling (John Slattery) representa los vieja guardia masculina cuyos valores se están viendo trastocados. Casado y con una hija (adolescente rebelde) a la que no comprende se dedica a beber, fumar y acostarse con mujeres jóvenes (su mayor vicio). Es amigo de Don y parece una especie de mentor, aunque la mayoría de sus consejos son bastante discutibles. El episodio de la primera "Devolviendo el golpe" es una maravilla donde vemos a este hombre en plena acción.

El resto, la guapísima jefa de secretarias Joan Holloway, pelirroja de armas tomar, a la que todos los hombres de la agencia desearían poder acariciar por las noches; o el grupo de tres creativos de la agencia que siguen a Pete están más que correctos en sus respectivos papeles y la elección de actores me parece de nuevo más que certera.



Otra de las cosas que más me gustan de la serie es la música. Preciosa y precisa siempre. Nunca sobra pero tampoco falta. Se puede apreciar que las canciones no están puestas porque si, sino que muchas veces añaden profundidad para poder entender a los personajes.

Estamos ante una pequeña maravilla. Tengo ganas de ver ya la segunda temporada. Mientras volveré a ver la primera porque después de trece episodios seguidos se merece un visionado con más calma.

PD: La escena que más me gustó es cuando Betty Drapper sale al jardín de su casa con un cigarrillo en la boca y una escopeta en la mano y la vemos disparando a las palomas del vecino.

1 comentario:

Nahus dijo...

Mmmmm... Trece capítulos se ven rápido, quizá me merezca la pena probar esta serie. Entre otras cosas porque me la has vendido genial con este post. Un saludo.

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