La nueva hornada de propuestas televisivas es un desastre. Ninguna de las comedias estrenadas hasta el momento logra arrancarme una sonrisa y las propuestas más serias no me interesan lo más mínimo. A falta de empezar Master of Sex, de la que solo escucho cosas buenas, solo una serie ha conseguido captar mi atención. Lo extraño es que se trata de uno de los estrenos más disparatados de los últimos años -con permiso de Zero Hour-. Hablo de Sleepy Hollow, una arriesgada mezcolanza temática que acoge en su seno brujas y patriotas, misterios milenarios y francmasones, profecías apocalípticas y diatribas contra la vida moderna, policías y místicos. Un producto que combina satisfactoriamente todas estas temáticas aderezándolas además con buenas dosis de acción y humor.
Sleepy Hollow me recuerda un poco a muchas cosas, encuentro referencias y homenajes por todas partes, un poco de The X-Files, un toque de Twin Peaks, algo de Fringe, una dosis de American Horror Story (sí, sí y sí), bastante de National Treasure -aquellas películas protagonizadas por Nicolas Cage y su peluca- y algo de Supernatural (jinetes del Apocalipsis, elegidos, demonios).
Los creadores Alex Kurtzman (Alias, Fringe, Hawaii 5-0), Roberto Orci (pareja creativa de Kurtzman), Phillip Iscove y Len Wiseman (Underworld), conocedores de los resortes que hay que tocar para crear sólidas y atractivas mitologías, combinan sabiamente temas e ideas dispares dando como resultado un entretenimiento sin pretensiones ni vergüenza capaz de desplegar una trama de conspiraciones masónicas y luchas milenarias entre el bien y el mal sin caer en el ridículo absoluto.
Lo mejor de la serie es la química que existe entre sus dos protagonistas, Ichabod Crane (Tom Mison) y Abbie Mills (Nicole Beharie). Ambos personajes, separados por un abismo generacional, cultural e histórico, congenian rápidamente y se toman toda la locura que los rodea con pasmosa naturalidad.
Crane es un inglés del siglo XVIII que luchó en la guerra de independencia bajo las órdenes de George Washington. Un hombre culto, profesor de historia en Oxford, casado con una bruja y con una memoria prodigiosa que muere decapitando a un enemigo en el campo de batalla. Pasados más de doscientos años despierta en el Sleepy Hollow actual solo para descubrir que un "amigo" de los viejos tiempos también ha llegado a la ciudad; el descabezado enemigo, el jinete sin cabeza, la Muerte en persona.
Abbie es teniente de policía. Una joven con un pasado problemático a sus espaldas ligado a una extraña experiencia en los bosques de la ciudad. Tras ser testigo de la muerte del sheriff, casi un padre para ella, se encuentra envuelta en la lucha entre el bien y el mal. Abbie se resiste a jugar el papel que el destino le ha asignado pero la insistencia de Crane y el recuerdo de su mentor asesinado la obligan a replantearse y redefinir su vida y prioridades.
Este dúo ha conseguido desarrollar en siete capítulos una interesante, cómica y equilibrada relación en la que la fuerza y la inteligencia se reparte equitativamente. En sus conversaciones hay sarcasmo, compañerismo, comprensión y su relación fluye con sencillez, casi sin esfuerzo. Crane y Abbie se complementan y compensan el uno las carencias del otro. Si la serie continúa por ese camino podríamos estar ante una gran pareja a la altura de los Booth y Brennan de los buenos tiempos o los Crews y Reese de Life.
La primera temporada de Sleepy Hollow está formada por 13 capítulos y por eso la acción se desarrolla con rapidez. Los guionistas van al meollo del asunto sin desarrollar tramas que puedan entorpecer el trepidante avance de la historia. Hay acción y más acción, humor y muchas referencias históricas a la guerra de independencia en la que Crane jugó un papel fundamental. En pocos capítulos los protagonistas han encontrado un lugar desde el que trabajar a gusto, alejados del trajín de la comisaria y de las suspicaces miradas de los policías; un archivo repleto de documentos que les sirven de apoyo y aliados -la hermana de Abbie, los francmasones, el devorador de pecados-.
Con la renovación ya asegurada, Sleepy Hollow puede navegar tranquila por las turbulentas aguas de la parrilla televisiva. Espero que no le pase como a Once Upon a Time, que tras una primera temporada atractiva no supo poner fin a sus males y naufragó sin remedio con su segunda entrega. Sleepy Hollow no carga, por ahora, con el lastre que representan 22 capítulos por temporada. La fórmula de los trece episodios le sienta como un guante, y por eso la FOX la aplicará a la segunda temporada.
Lo mejor de la serie es la química que existe entre sus dos protagonistas, Ichabod Crane (Tom Mison) y Abbie Mills (Nicole Beharie). Ambos personajes, separados por un abismo generacional, cultural e histórico, congenian rápidamente y se toman toda la locura que los rodea con pasmosa naturalidad.
Crane es un inglés del siglo XVIII que luchó en la guerra de independencia bajo las órdenes de George Washington. Un hombre culto, profesor de historia en Oxford, casado con una bruja y con una memoria prodigiosa que muere decapitando a un enemigo en el campo de batalla. Pasados más de doscientos años despierta en el Sleepy Hollow actual solo para descubrir que un "amigo" de los viejos tiempos también ha llegado a la ciudad; el descabezado enemigo, el jinete sin cabeza, la Muerte en persona.
Abbie es teniente de policía. Una joven con un pasado problemático a sus espaldas ligado a una extraña experiencia en los bosques de la ciudad. Tras ser testigo de la muerte del sheriff, casi un padre para ella, se encuentra envuelta en la lucha entre el bien y el mal. Abbie se resiste a jugar el papel que el destino le ha asignado pero la insistencia de Crane y el recuerdo de su mentor asesinado la obligan a replantearse y redefinir su vida y prioridades.
Este dúo ha conseguido desarrollar en siete capítulos una interesante, cómica y equilibrada relación en la que la fuerza y la inteligencia se reparte equitativamente. En sus conversaciones hay sarcasmo, compañerismo, comprensión y su relación fluye con sencillez, casi sin esfuerzo. Crane y Abbie se complementan y compensan el uno las carencias del otro. Si la serie continúa por ese camino podríamos estar ante una gran pareja a la altura de los Booth y Brennan de los buenos tiempos o los Crews y Reese de Life.
La primera temporada de Sleepy Hollow está formada por 13 capítulos y por eso la acción se desarrolla con rapidez. Los guionistas van al meollo del asunto sin desarrollar tramas que puedan entorpecer el trepidante avance de la historia. Hay acción y más acción, humor y muchas referencias históricas a la guerra de independencia en la que Crane jugó un papel fundamental. En pocos capítulos los protagonistas han encontrado un lugar desde el que trabajar a gusto, alejados del trajín de la comisaria y de las suspicaces miradas de los policías; un archivo repleto de documentos que les sirven de apoyo y aliados -la hermana de Abbie, los francmasones, el devorador de pecados-.
Con la renovación ya asegurada, Sleepy Hollow puede navegar tranquila por las turbulentas aguas de la parrilla televisiva. Espero que no le pase como a Once Upon a Time, que tras una primera temporada atractiva no supo poner fin a sus males y naufragó sin remedio con su segunda entrega. Sleepy Hollow no carga, por ahora, con el lastre que representan 22 capítulos por temporada. La fórmula de los trece episodios le sienta como un guante, y por eso la FOX la aplicará a la segunda temporada.
2 comentarios:
¿De verdad te ha gustado? Un tío de finales del XVIII se despierta en el s.XXI y lo asume con una naturalidad que ya me gustaría a mí cuando se me cuela alguien en la panadería. La única dificultad que tiene lo arregla con unos sencillos post-it. Sin contar con que, qué poco evoluciona el inglés, su manera de hablar, vocabulario, gestos... es idéntica a la de cualquier ser humano del s.XXI. SU mujer es una bruja y debe lcuhar contra demonios, pero el chico, que por cierto es el único actor que me convence, lo asume con naturalidad.
El resto del reparto está envarado. frío... y si te vas a la cocina, hablas por teléfono, atiendes a cualquier persona y regresas a la serie, te reincorporas sin mayor problema a la trama.
Pues sí, me ha gustado. Me ha gustado por la química entre los personajes, porque no se toma demasiado en serio, porque no te pide un seguimiento concentrado a la hora de visionarla, porque resulta de lo más entretenida, porque tiene unos efectos especiales más que decentes, por los toques de humor y su reinterpretación de la historia. A veces hay series, que a priori, no deberían gustarnos pero nos gustan porque nos sorprenden, nos engatusan, nos son cómodas. Aplicando la consabida suspensión de la incredulidad (http://www.vayatele.com/diccionario/la-suspension-de-la-incredulidad) y dejando de lado los prejuicios, creo que Sleepy Hollow es uno de los mejores estrenos de este año, de los más entretenidos, como el año pasado lo fue Arrow.
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