Doce
episodios. Cuatro temporadas repartidas en ocho años. La cuarta y
última, finalizada el pasado cinco de junio, pone punto y final al
viaje de Kurt Wallander como personaje. Ha sido una despedida larga,
articulada en tres episodios que, como siempre, rondan los 90 minutos
de duración y se basan en los libros del desaparecido Henning
Mankell.
Wallander
es una serie fascinante ya no sólo por su aproximación a un
personaje tan complejo como Kurt sino por su visión de la sociedad
sueca, no tan pulcra y civilizada como nos empeñamos en creer, y por
su excelente producción. La obra de Mankell se caracteriza por poner
el foco sobre cuestiones sociales y políticas como el racismo, el
tráficos de personas, la inmigración, los abusos sexuales ...
Realidades muy crudas que remueven la conciencia del protagonista y
que hurgan en las heridas abiertas de una Suecia que lucha por
encontrar un equilibrio en un mundo cada vez más enloquecido.
La
producción sigue siendo uno de los puntos fuerte de la serie.
Wallander logra transmitir con precisión el estado mental y anímico
del personaje a través de un atinado diseño de interiores (la
pequeña casa de Kurt en el campo) y un buen uso de los
impresionantes paisajes de Ystad (Suecia). La naturaleza salvaje del
país ha estado presente en toda la serie desde el primer minuto,
aquel campo de flores amarillas en el que una joven se quema a lo bonzo hasta la escena final.
Pocas series han sabido sacar tanto partido a su entorno natural para
transmitir el estado anímico y vital de sus personajes. El mar, el
cielo, los grandes prados y campos de Ystad ayudan a entender las
obsesiones y alegrías del detective, son un canal amplificado para
su tenacidad, su compasión, su compromiso con la justicia, su
determinación, sus miedos... no se puede entender la serie fuera de
ese contexto de cielos y mares grises.
The
White Lioness, ambientado en Sudáfrica; A Lesson in Love con el
regreso de un amor del pasado y, por último, The Troubled Mann, con
un misterio de espías; son los tres últimos casos que Kurt debe
resolver. Esta vez, los tres capítulos están unidos por un hilo
conductor: la enfermedad del protagonista. Kurt comienza perder la
memoria, a tener lagunas, a mostrarse paranoico y, finalmente, se
enfrenta a uno de sus mayores temores, terminar como su padre perdido
dentro de sí mismo. Kurt tiene Alzheimer y su final, ligado
irremediablemente a esta enfermedad es, en mi opinión, demasiado
injusto. Tras una vida buscando los vínculos entre actos y/o hechos
aparentemente sin conexión y resolviendo complejos rompecabezas, el
silencioso detective se enfrenta a un futuro repleto de puzzles sin
resolución, de realidades fragmentadas, de hilos de los que no podrá
tirar.
Kenneth
Brannagh, impecable como siempre en la piel del obsesivo y silencioso
Wallander, realiza una interpretación laboriosa y complicada. El
británico logra transmitir toda la confusión y el miedo, toda la
frustración y desolación de Kurt ante un futuro tan incierto, un
futuro que sabe amargo y doloroso ya no sólo para él, sino también
para los suyos.
Kurt: I can’t explain at all. It’s a different thing. Sometimes I can’t…can’t even imagine where I was supposed to be. You kind of, kind of hit a wall. Yeah, you try and go through it but you can’t, so you try to go over it, try to go around it some other way, but you get…you get so anxious. You get anxious, you get angry. You know I just try to…I just try to think back to things that I-I-I know have happened. I think they must have happened. It’s just…it’s just that the pictures aren’t there anymore. It’s like a lot of things I’m solving…
Linda: Why didn’t you tell me? I’m your daughter.
Kurt: Because you’re my daughter. Because you’ve got a daughter of your own. Because I’m the son of a father who had this…
Linda: Well, let me decide. (Sigh.) It’s gonna be hard, but it is as it is. We just have to find a way to…(sigh)…
Kurt: I don’t want you to have to look after me.
Linda: I want to. I choose to.
Kurt
se perderá, dejará de ser él y, finamente, morirá. Sin embargo,
el espectador se despide del personaje en un escenario aparentemente
feliz, con un Kurt sosegado disfrutando de su familia. No veremos la
degradación, la pérdida de memoria, la devastación de la demencia.
Nos quedamos con una imagen hermosa, con una playa y un mar salvajes
“¿Estás
bien papá?” le pregunta Linda. “Sí, estoy bien”, sonríe
Kurt.
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