Mr. Robot ha tardado en llegar a España pero lo ha logrado. La subversiva ganadora del Globo de Oro a Mejor serie dramática de 2015 está, al fin, al alcance de muchos, en vez de al de unos pocos. He aprovechado su estreno en nuestro país para revisitar el piloto y reconozco que me ha impactado tanto como la primera vez, minutos de buena televisión que prometen un viaje único al espectador. El capítulo, una arriesgada y personalísima propuesta visual dirigida por el danés Niels Arden Oplev, dicta el tono estético que va a marcar todo el viaje de Elliot (espléndido Rami Malek) desde su apartamento hasta las oficinas de AllSafe pasando por la sala de juegos y las calles de Nueva York. El futuro ya está aquí, no es cosa del mañana, la estética de Mr. Robot muestra un mundo frío y distante que nos hace sentir inquietos, pequeños e insignificantes.
El fin de los cielos azules
Usa Network era una cadena de series amables, frescas y ligeras; una cadena especializa en éxitos de verano con cielos azules y un puntito de intriga. Durante mucho tiempo Monk, Psych, Burn Notice, White Collar y Royal Pains, también Covert Affairs, fueron sus buques insignia pero esa época tenía fecha de caducidad. De aquella parrilla televisiva, sólo Royal Pains sigue en antena y este año, tras ocho temporadas, se despedirá de sus seguidores. En vista de lo inevitable, los jefes de Usa Network llegaron a la conclusión de que tenían que cambiar de imagen, tenían que dejar de ser esa cadena un tanto conformista y cómoda; había llegado el momento de apostar por ideas nuevas y arriesgadas; Mr. Robot es la muestra más clara de esa apuesta en pos de la reconversión. Pero con Mr. Robot no sólo se contentaron con arriesgar en la temática y el tono, también lo hicieron en el fondo. Mr. Robot es una de las series con mejor factura de la televisión actual y una de la que más arriesga e innova a la hora de presentar la historia al espectador.
Se rehúyen las reglas clásicas de composición cinematográfica para “hackear” al espectador enfrentándolo a otras formas de narración televisiva, una reformulación que rompe con lo establecido para contar la historia de David contra Goliat desde una perspectiva tan única como la mente de Elliot. El sugestivo poder narrativo de la serie de Sam Esmail se sustenta gracias a una enfermiza paleta de colores, a una arriesgada composición de planos y a su celebradísima selección musical.
La atmósfera traspasa la pantalla y provoca que el espectador llegue a sentirse tan desorientado y perdido como Elliot; los encuadres extraños, los planos con mucho aire, la voz en off, los planos simétricos, los silencios… aunque parezca que no está pasando nada la pantalla nos está diciendo muchísimas cosas, lanzándonos mensajes directos e indirectos que tenemos que procesar y asimilar. Nos reta a meternos en la cabeza de Elliot, un personaje del que no podemos confiar, un narrador falible y amnésico, perdido en su propia maraña de unos y ceros.
En la serie, los planos no se rigen por las normas clásicas de la composición. Una de las cosas que más me llamaron la atención es cómo evitan el uso de la regla de los tercios, creo que nunca ponen a ningún personaje u objeto en el centro de la imagen y no sólo eso, deliberadamente dejan mucho aire por encima de los personajes o en los laterales, dejando al personaje u objeto en una de las esquinas de la pantalla. Navegando encontré este vídeo que muestra la ruptura de Mr. Robot y la normatividad audiovisual.
La intención es clara, impactar al espectador tanto a nivel estético como sensorial. La serie logra sorprender y atrapar al espectador. Hay una permanente sensación de agobio que recorre toda la primera temporada y que se relaciona directamente con el estado mental de Elliot. La soledad, desamparo y pérdida que sufren los personajes se transmite a la pantalla de manera muy natural gracias a esta propuesta rupturista manejada con maestría y brillantez. El espectador llega a sentir la presión, el aislamiento y miedo de Elliot aunque nunca sepa si puede confiar totalmente en él.
Estamos ante una historia de paranoia, conspiraciones, suspense y locura. La serie del siglo XXI, del nuevo milenio, está cargada de rabia y tecnología, de héroes que consumen droga para soportar el día a día y de redes sociales que nos aíslan. El sentimiento de desconexión de Elliot con la sociedad se extiende a la realidad, a veces todos deberíamos desconectar para respirar con calma antes de volver a darle al Like o de compartir un gif en Twitter.
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