jueves, 22 de febrero de 2007

Hace tiempo

Conocí a un chico estupendo, maravilloso, sensible, cariñoso. El pobre creía que yo era la mujer de sus sueños. Y a veces creo que pude cumplir con esa tarea pero no siempre.

Y había algo de él que me resultaba encantador. Algunas noches, me llamaba por teléfono y me recitaba un poema de Neruda. Así fue como me enamoré de su poesía.


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda, 1924

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