Me ha vuelto ha pasar. Si es que no aprendo. Con lo difícil que resulta encontrar una comedia entretenida y resultona. Con lo difícil que es empatizar y llegar a querer a ciertos personajes. Con lo duro que es seguir, semana a semana, una ascendente de humor y buena comedia que sobresale, con facilidad, entre las demás propuestas cómicas -ya sean de network o cable-. Y sabes que no durará, que acabará cancelada porque es la CBS, porque los datos de audiencia son pobres para una cadena acostumbrada a cifras astronómicas, porque los sueldos de Robin Williams y Sarah Michelle Gellar no deben ser bajos, porque hay que dejar sitio en la parrilla para nuevos proyectos, porque las comedias -en los últimos años- no funcionan y pocas son las que se salvan de la quema.
Y así sucede que la CBS cancela la serie, echa el cierre a la agencia de publicidad de Robin y Sarah, padre e hija en The Crazy Ones. Esta ficción creada por David E. Kelly, un hombre que hace años convertía en oro todo lo que tocaba y que está de capa caída, se centra en la agencia de publicidad de Simon Roberts (Williams) y su hija Sydney (Gellar). No es difícil entender que fuese una de las series que más llamó la atención cuando se presentó: Kelly tiene en su currículum Boston Legal o Ally McBeal; Sarah Michelle Gellar quería olvidar el mal trago de Ringer y dejar atrás su imagen de aguerrida cazavampiros; y Williams regresaba a la pequeña pantalla tras Mork y Mindy.
A priori podría parecer que ambos actores no encajan y que no iban a funcionar juntos. Sin embargo, entre ambos hay bastante química. Los excesos de Williams se contrarrestan con la habitual inexpresividad de Gellar, y aunque pueda resultar increíble, la otrora Buffy se descubre como una buena actriz de comedia física. Nada del otro mundo, nada al nivel de Alyson Hannigan o Amy Acker -por nombrar a algunas de sus compañeras en el whedonverso-, pero si lo suficientemente efectiva como para no desentonar y quedar como la pata coja de The Crazy Ones. La relación padre-hija está bastante trabajada. Simon fue un hombre de excesos, consumió todas las drogas posibles, bebió todo el whisky de Chicago, salió con hombres y mujeres, vivió al límite y eso le permitió ser uno de los creativos de publicidad más versátiles y fecundos de su tiempo. Sydney vivió las consecuencias de todo aquel exceso. Siendo niña era frecuente que se sintiese sola, abandonada y enfrentada a terribles situaciones por parte de un padre que se pasaba más tiempo cazando unicornios imaginarios que centrado en salvaguardar el bienestar de su pequeña. Aún así, las cosas no fueron del todo mal para Sydney pero, como todos, tiene ciertos problemas de autoestima, de control y de relaciones personales. Su padre, una vez limpio, intenta compensarla por todo. Y de ahí nace una bonita continuidad donde el padre cuida a la hija que cuidó (y cuida) del padre, en un círculo infinito de cariño y mutua comprensión.
El reparto se completa con la presencia de Hamish Linklater, James Wolk y Amanda Setton; y en los últimos capítulos se refuerza dando más cancha al personaje de Brad Garrett, Gordon Lewis, el socio de Simon en la agencia. Gordon es todo lo contrario a Simon, es organizado, cabal, predecible y se encarga de la división económica de la empresa.
Setton es Lauren, una secretaria un tanto excéntrica y alocada, con un pasado de lo más rocambolesco pero cuyas intervenciones están bien medidas sin que llegue a saturar ni resultar demasiado extravagante para el conjunto. Encontrar ese sutil equilibrio es difícil. Sin embargo, nos quedamos con las ganas de saber un poco más de esta mujer capaz de copiar una firma con solo verla una vez.
Y los chicos. Que conste que nunca me gustaron ni Linklater ni Wolk pero aquí estamos hablando de Zandrew, la fusión de Andrew y Zach. Un bromance que estoy convencida que hubiese llegado a estar en mi top five (Deny-Alan, Chandler-Joey, Gus-Shawn, House-Wilson, Troy-Abed). Andrew (Linklater) es uno de los directores artísticos de la agencia. Es culto, pardillo, inseguro y el menor de siete hermanas. Es la voz de la razón pero siempre busca la aprobación de sus compañeros y, especialmente, de Simon.
Zach es mono, tontorrón, carismático y un mujeriego empedernido. Amigo de Andrew y camarada de Simon, con el cual encaja maravillosamente. Wolk se hace con el personaje y desprende un encanto y una cercanía casi magnéticas. No es de extrañar que, a pesar de sus abusos y su egoísmo, Andrew sea su mejor amigo. Puede que al principio fuese una relación un tanto descompensada, un error que los guionistas corrigieron rápidamente, haciendo que tanto Zach como Andrew se necesitasen mutuamente, no solo a nivel laboral sino también emocional.
Muchos creyeron que la serie sería Robin Williams, y si bien es cierto que el oscarizado actor rebosa vitalidad debemos ser objetivos y ver The Crazy Ones como una obra coral donde todos y cada uno de los actores del reparto aportan su granito de arena al resultado final. Williams entregado a lo suyo, el gag, las voces, la gestualidad, está magnífico (para quien le guste este tipo de cosas y este actor) pero no desatado. Wolk, que tiene química con todo el reparto, funciona a su lado, y Sarah, en menor medida, también. No hay más que ver las tomas falsas al final de los capítulos para ver que bien estaban juntos todos y que bien se lo pasaban.
Disfruté de los 22 capítulos de la primera, y única, temporada de The Crazy Ones. Voy a extrañar a este alocado grupo y el vozarrón de Garrett.
No hay comentarios:
Publicar un comentario