Estrenada en 2014, la creación de Sam Shaw (guionista de Master of Sex) destacó como una de las propuestas más interesantes y estimulantes de la temporada gracias a una premisa de lo más atrayente. Desde entonces, Manhattan ha ido creciendo, mejorando y remendando errores. Su primera temporada consta de 13 capítulos. La segunda, que acabo de empezar, tiene diez y supone un salto hacia adelante en el desarrollo de tramas, en la evolución de personajes y en el trasfondo dramático.
La historia comienza en 1943 y nos traslada a la Colina, en Los Álamos (Nuevo México), un páramo de arena y sol en el que las mentes más brillantes del mundo, bajo la constante supervisión del ejército, construyen el artefacto que servirá para acabar con todas las guerras. Todo arranca con la llegada al lugar del joven Charlie Isaacs (Ashley Zukerman) y su familia. Gracias a ellos, el espectador se adentra en el microcosmos científico-militar de La Colina.
Los recién llegados pronto descubrirán que el lugar está repleto de secretos, tensión y competitividad. Mientras los científicos se dedican al desarrollo del proyecto, sus mujeres e hijos aprenden a vivir en un gueto bajo la bandera de la libertad. La Colina es, sin pretenderlo, un pequeño Gran Hermano: vigilancia constante, falta de libertad, ausencia de control real, pérdida constante de derechos.
Charlie es uno de los hilos conductores de la historia pero el auténtico protagonista es Frank Winter (John Benjamin Hickey), jefe de la unidad de estudio de la implosión, líder nato y científico brillante que asume la factura que el proyecto le está pasando a su matrimonio, su familia y su cordura. La serie pivota alrededor de la figura del doctor Winter, personaje que se inspira en Seth Neddermeyer creador del diseño de implosión, un modelo de detonación seguro que podía utilizar como combustible uranio o plutonio. La obsesión de Winter es desentrañar la manera de usar la implosión, un modelo de gran complejidad que tuvo que probarse antes de poder ser utilizado como arma.
Me gusta que la serie se centre en aquellos científicos, genios de carne y hueso, con sus luces y sus sombras, que construyeron en secreto el arma más temible de todos los tiempos. La carrera contrarreloj para construir la bomba atómica es el telón de fondo perfecto para un ambicioso drama social, político y ético que, a veces, abarca más de lo que debería. A las luchas éticas y morales de los científicos tenemos que añadir la discriminación de género, el racismo, la homofobia, la infidelidad ... y todo esto aderezado con un estado de paranoia generalizado por culpa del espionaje y la amenaza comunista.
Lo bueno es que los científicos no acaparan todo el protagonismo de Manhattan, las mujeres también tienen voz en medio del desierto de Nuevo México. La discriminación de la mujer es uno de los temas que los guionistas abordan con mayor acierto y, aunque no siempre resulte evidente, prácticamente cada escena da cuenta de lo difícil que era ser mujer en aquellos tiempos y en aquel lugar. Uno de los mejores personajes de la historia es la doctora Liza Winter, brillante botánica que deja su trabajo en una prestigiosa universidad por seguir a su marido. Resulta desolador ver como una mujer independiente, sofisticada e inteligente languidece en el desierto sin nada que hacer. Liza se resiste a ser una simple ama de casa, no le va ese papel, pero el estricto control del ejército, el hermetismo de su marido y la falta de expectativas la empujen al abismo y la desesperación.
LIZA: I walked away from a tenure-track lectureship in the Ivy League. My husband's research is of vital interest to the government; mine is expendable. The Army won't let me work here. They haven't told me why. My marriage is in limbo. My daughter is trying to get herself killed; she may just succeed. I wake up in the morning and I barely recognize the woman I see looking back at me in the mirror.
Espero que en la segunda temporada su situación mejore porque, como le explica Niels Bohr: "Flowers bloom everywhere, Dr. Winter -- even in the desert."
La historia que cuenta Manhattan, aunque está envuelta en un contexto histórico determinado, es ficción. El proyecto fue real, la competitividad entre científicos también lo fue. Los Álamos y la bomba por supuesto que existieron pero lo que pasó allí, la cotidianeidad que vemos en pantalla es ficción. La serie de Shawn quiere que imaginemos cómo tuvo que ser vivir allí y construir un arma que podía borrar ciudades del mapa. El esfuerzo es notable y el resultado una ficción injustamente ignorada por el público y olvidada por los premios.
Tal vez el único fallo que le encuentro a Manhattan es que en su afán por ser accesible da demasiada importancia al drama humano y resta tiempo al problema científico. A pesar de eso es una serie entretenida y correcta. Una propuesta diferente que acierta a la hora de crear atmósferas (la base es un personaje más) y desarrollar personajes.
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