domingo, 6 de septiembre de 2015

Los zombies angelinos

I
Si no existiesen The Walking Dead, Dead Set, In the Flesh, iZombie o Les Revenants; incluso si no existiese la absurda Z-Nation de Syfy, podría decir que Fear The Walking Dead, spin-off de The Walking Dead, me ha sorprendido. Podría deshacerme en halagos, tildarla de “necesaria”, de “intensa”, de “social”, de “única”. Por desgracia, no puedo hacer eso porque este apocalipsis zombie ya me lo conozco, esta historia ya me la han contado. 

Los zombies de Kirkman le han funcionado muy bien a la AMC y es lógico que la cadena quisiese expandir ese universo con un nuevo producto dramático aderezado con zombies para emitir cuando Rick y los suyos descansan. Fear The Walking Dead nos sitúa en Los Ángeles, en los primeros momentos del apocalipsis zombie, cuando empiezan a desaparecer personas y la gente tropieza, en callejones oscuros y casas abandonadas, con el horror. La vida transcurre con normalidad mientras el número de zombies asciende. En ese contexto, una familia tendrá que luchar por permanecer unida y hacer frente a la desintegración de la sociedad. AMC y Kirkman tenían claro que tenían que hacer una serie diferente a The Walking Dead: distintos actores, distintos espacios, distintas relaciones e incluso añadieron una temporalidad distinta. The Walking Dead se inicia cuando el apocalipsis zombie ya está en marcha y la civilización se ha derrumbado; Fear The Walking Dead pretende hacernos ver ese proceso. 

Hace poco leí una entrevista a Kirkman en la que decía que “La gente conoce este mundo. Nuestros espectadores, o por lo menos la mayoría de ellos, habrán visto The Walking Dead. Conocen las reglas, conocen contra lo que está luchando esta gente. Pero nuestros personajes no y eso genera una tensión y un sentimiento de terror en la experiencia como espectador que creo que es única de nuestra serie. Y muy emocionante".

Coincido con la primera parte, ya conocemos las reglas, ya conocemos el mundo al que se van a enfrentar los personajes. Discrepo con la segunda, este nuevo escenario, estes nuevos personajes, este nuevo acercamiento al apocalipsis zombie, no me transmite tensión, ni me produce terror, ni me emociona. ¿Por qué? Porque ya he vivido todo eso antes con otras series, con películas, con libros, incluso con cómics, por no hablar de los videojuegos. Además, el universo de Kirkman, tanto el de papel como el audiovisual, me lo conozco bien. Nada de lo visto en los dos capítulos emitidos hasta el momento de Fear The Walking Dead me impacta. Reconozco que la factura de la serie es impecable, que la elección de actores me parece de lo más acertada (Kim Dickens es una grande) y que la visión documental de esa no ciudad que es Los Ángeles, con sus enormes espacios abiertos, sus autopistas gigantescas, su polución, sus 1215 km² de superficie y sus casi cuatro millones de habitantes (el área metropolitana suma una población de más de 18 millones de personas) es muy acertada. Por desgracia sólo el piloto se rodó en la ciudad angelina, luego la producción se trasladó a Vancouver. El cambio se hace evidente en la escena del disturbio del segundo capítulo. Se ve que se esfuerzan demasiado en que no se note el cambio, algo que lastra la escena, castrándola a nivel dramático. La secuencia pierde toda su fuerza e intensidad, desluciendo el conjunto. 

Uno de los aspectos más negativos de la serie es la estupidez innata de los personajes. Está claro que ellos aún no saben lo que está pasando ni lo que está por venir. Nosotros jugamos con ventaja, por eso no podemos dejar de gritarles que son idiotas cuando se acercan a un zombie o cuando intentan hacer lo correcto en un mundo que colapsa. 

Otro problema que lastra los inicios de Fear The Walking Dead, es que la mezcla entre personajes adultos y jóvenes pocas veces funciona bien. Existen honrosas excepciones como Friday Night Lights o The 100 pero, en general, los resultados tienden a ser desastrosos, vergonzosos y patéticos. En Fear the Walking Dead tenemos tres personajes juveniles y, por ahora, sólo uno merece la pena: Nick, un sorprendente Frank Dillane, que empezó fuerte. Esperemos que no pierda peso ni protagonismo a lo largo de los siguientes capítulos. Su hermana, Alicia, aún está muy desdibujada, su presencia ha sido puramente testimonial hasta el momento; y Chris ya ha despuntado como el personaje odioso, ¿podríamos estar ante un nuevo caso de Dana Brody (Homeland)?. Os recomiendo leer este artículo de Alan Sepinwall sobre los problemas que se derivan de la combinación de tramas juveniles y adultas en las series.

Todos son pegas para Fear The Walking Dead pero es que el conjunto no impacta, no interesa y, lo que es peor, no sorprende. Las jugadas dramáticas se ven venir desde lejos; en cuanto vemos a Alicia esperando a su novio en una playa prácticamente desierta sabemos lo que ha pasado; cuando Madison (Dickens) irrumpe en el instituto en busca de pastillas sabemos que cierto director saldrá mal parado... Nadamos en un mar de clichés.

La primera temporada de la serie tendrá seis capítulos. Los veré todos porque creo que por Dickens y por la buena factura del show hay que darle una oportunidad a los nuevos zombies. Veremos si la serie consigue despegar y crecer alejada de la alargada sombra de Rick.

2 comentarios:

Renaissance dijo...

Me pasa igual con la serie: he visto demasiadas veces el inicio de una epidemia zombie, en películas, en novelas y en comic, por lo que la serie cuenta con la desventaja de no tener nada nuevo. Además, en mi caso, no me gustan los personajes: no me interesan sus problemas familiares y personales, no conecto con ellos como por ejemplo, podía tener interés en los de Walking Dead. Quizá, de haber surgido unos años antes, me fijaría más en sus aspectos positivos.

Unknown dijo...

Quería esperar a ver el tercer capítulo para comentar, una vez visto, sigo pensando lo mismo, la serie adolece de tonterías, visita demasiado lugares comunes y avanza sin sustancia o ritmo. Los personajes parecen atrapados en una espiral de indecisión y Travis parece decidido a ser el que provoque los mayores males intentando ser decente.

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